Como se ha anunciado, nosotros
queremos como tema compartir la palabra de Dios, en algo que hemos titulado: Todo
obra para bien incluyendo la pandemia. Ciertamente son momentos como los
que nosotros estamos viviendo los que nos muestran, sin lugar a dudas, cuáles
son las cosas más importantes en la vida. Aún nos muestran que, entre las cosas
importantes hay algunas más importantes que otras. A la luz de eso, yo creo que
ha sido correcto el que recibamos llamados a reflexión como los que han sido
lanzados por diferentes vías en estos días. Me llamó la atención, sin embargo,
lo que alguien expresó esta semana con respecto a lo que sucedió en los
supermercados, y fue con su esposa este hermano, al supermercado, y él escribió
lo siguiente al respecto:
El sábado por la noche los dos salimos a comprar, algo mientras
caminábamos por los pasillos los estantes vacíos me llamaron la atención ¿Qué había
desaparecido? y ¿Por qué? lo que más me sorprendió fue la ausencia de carne en
las secciones de cosas congeladas y refrigeradas, algunas botellas solitarias
de salsa de barbacoa me miraron desde el estante. La sección de frutas y
vegetales parecía haber sido allanada con cubos vacíos donde generalmente
estaban las papas. Al final del pasillo central la única harina que quedaba era
la que se había derramado de las bolsas que se habían comprado antes. No había
arroz. A la sección de pastas solo le quedaban algunos paquetes. El siguiente
pasillo era un estudio sobre el contraste; la sección de dulces se desbordaba,
no hay escasez de dulces: Kitkat, M&M’s Hershey’s, todos mis favoritos
estaban allí, en todos sus sabores, empacados en grandes cantidades en los
estantes. El contraste entre la sección de carnes y el pasillo de dulces me
recordó una verdad importante: en un momento de sufrimiento o crisis, las
personas buscan lo que más necesitan no lo que más les gusta. Y es una pandemia
global con las interrupciones, el distanciamiento y el aislamiento (sigue
diciendo) ninguno de los que corrieron a la tienda estaba pensando en dulces,
pensaban en sustento.
Aquí hay una lección para todos
nosotros cuando se trata de nuestra fe; La tentación de nuestros días es que
los predicadores y maestros, los compositores y artistas están intentando
atraer a las multitudes sirviendo dulces más que sustentó. Simplemente da a las
personas lo que más les gusta, ya sea la canción más pegajosa, el libro de
autoayuda, un estudio bíblico o una serie de sermones que anda detrás de lo que
está de moda. De manera que estos no son días de dulces para el alma, las
verdades fundamentales son precisamente aquellas que son elementales e
imprescindibles porque son necesarias en todo tiempo. Pero hay ocasiones en que
acudir a ellas se hace todavía más necesario aún, y esos son los días que
estamos viviendo. Una de esas verdades es la expresada por el apóstol Pablo en Romanos
capítulo 8 versículo 28 y 29, cuando él dice: “Y sabemos que para los que
aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son
llamados conforme a su propósito. Porque a los que de antemano conoció, también
los predestino a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que Él sea el
primogénito entre muchos hermanos.”
“Todas las cosas cooperan
para bien” así lo dice el texto de la Biblia de
las Américas (LBA). Pero en la mente de muchos de nosotros resuena la manera en
que la Reina Valera (RVR) lo expresa: “todas las cosas les ayudan a bien”.
La Nueva Versión Internacional (NVI) lo traduce: “Dios dispone todas las
cosas para el bien de quienes lo aman”. Esa palabra que se traduce “cooperar”
“ayudar” o “disponer” en estas versiones, es la palabra συνεργεῖ
(sunergei) que significa: obrar juntamente con. De manera que ¿cuál es la idea?
que en un mundo en el que muchas cosas nos parecen suceder de una manera
inconexa o aislada, en realidad Dios hace que todas converjan y contribuyan al
cumplimiento de los propósitos de Dios. Eso es lo que se conoce como la providencia
de Dios. El Catecismo de Heidelberg responde la pregunta ¿qué es la providencia
de Dios? es la pregunta 27 de ese catecismo, y responde:
La providencia de Dios es el poder de Dios omnipotente y presente en
todo lugar, por el cual sustenta y gobierna el cielo, la tierra y todas las
criaturas (incluyendo virus) de tal manera que todo lo que la tierra produce,
la lluvia y la sequía, la fertilidad y la esterilidad, la comida y la bebida,
la salud y la enfermedad, riquezas y pobrezas, y finalmente todas las cosas no
acontecen sin razón alguna como por azar, sino por su consejo y voluntad
personal.
El control soberano de Dios es el
poder de Dios gobernando todas las cosas. Pero lo que desconcierta a las
personas es la ocurrencia de las cosas malas, o las cosas que nosotros vemos
como negativas. Las cosas malas suceden y a veces cosas muy malas, estamos
tentados a colocar a Dios en el microscopio y comenzar a juzgarlo y decir: «sí Dios
me ama ¿por qué tal cosa? si Dios está en control ¿por qué ocurren cosas malas?».
La facilidad con la que nosotros criticamos las cosas nos puede llevar a
criticar al Soberano del universo y su accionar en el mundo. El sufrimiento de Job
es proverbial, pero también fue proverbial la respuesta que Él dio a la
incomprensión de su propia mujer. Ellos perdieron de manera repentina;
posesiones hijos y salud. Dice el versículo 9 del capítulo 2: “entonces le
dijo su mujer: ¿aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. Y él le dijo:
Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿recibiremos
de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus
labios.”
La gente tiende a pensar que Dios
solo está en control de las cosas positivas; el sol brillante, el paisaje que
deleita a la vista, el sonido relajante de las olas de la playa, la noche
estrellada. Pero la realidad, sin embargo, es que Dios está en control de todo.
Tanto lo bueno como lo malo nos ayuda a conocer mejor a Dios, como enseña Romanos
capítulo 1 versículo 19 y 20. Como dice alguien: «el sol brillante anticipa
la belleza del cielo, y los huracanes anticipan los sufrimientos del infierno».
Cuando al final de ese texto de Job, se aclara que Job no pecó en su hablar,
está asumiendo que su mujer si pecó con lo que dijo. Porque las aflicciones y
los sufrimientos ponen a prueba nuestra fe, son tiempos de prueba, pero no
tienen que ser tiempos de pecado. Ni el peor de los sufrimientos constituyen
excusas para pecar contra Dios. Por eso debemos aprender como decía el apóstol Pablo
a ver tanto la bondad como la severidad de Dios, Romanos 11:22 “Mira,
pues, la bondad y la severidad de Dios.” Job no atribuyo despropósito
en el accionar de Dios.
Lo que Romanos 8:28 nos enseña es
que, nuestro Padre celestial utiliza hasta las cosas más difíciles para a la
postre hacer bien a los suyos. No podemos dejar de ver lo que el texto dice,
porque lo que dice, lo dice con respecto “a los que aman a Dios”,
lo dice del pueblo de Dios, de los que han sido alcanzados por su gracia
salvadora, en ellos y sólo en ellos se cumplirá el bien del que nos habla el
versículo 29, que serán “hechos conformes a la imagen de” JESÚS. Una
de las frases que nosotros recordamos a nuestros padres decirnos muchas veces
es: «eso es para tu bien, es por tu bien que yo lo hago», obviamente, en
ese momento no necesariamente lo veíamos con mucho agrado. Pero la verdad es
que hoy en día a nosotros nos pasa lo mismo. Romanos 8:28 no significa que todo
obrará para nuestro agrado. Tampoco significa que siempre seremos librados de
pruebas y de aflicciones, de todos los tipos y colores. Estaremos expuestos a
mil cosas. Pero nada nos acontecerá que no sea para el bien de los hijos de Dios,
de una manera o de otra. Nada acontecerá que no tenga un propósito santo en la
mente de Dios para su gloria y para llevar adelante su reino. Porque como decía
R.C. Sproul: «no existe una sola molécula que actúe de manera independiente
en el universo», y eso incluye el Coronavirus.
El Coronavirus es una pandemia que
nos está afectando a todos, que constituye un peligro, que constituye una
amenaza. Pero ¿cómo debemos reaccionar? una cosa es cierta: no debemos
reaccionar como la mujer de Job. No entendemos lo que Dios está haciendo, Job
tampoco, pero no dejó de confiar en el Todopoderoso, él creía que Dios tenía un
propósito en su accionar. Nosotros tenemos más luz todavía para pensar en estas
cosas. Hay cosas que desde ya podemos ver que obran para nuestro bien, y son
las cosas que yo quisiera enumerar en el resto de este mensaje. Yo quiero hacer
reconocimiento de que los siguientes encabezados que estaré mencionando,
aparecieron originalmente en el blog del pastor Joel Beeke y que fueron
escritos por Brian Najapfour. Lo que yo he hecho es desarrollar cada uno de
estos encabezados y elaborarlos un poco más. Pero los encontré muy apropiados y
relevantes para la ocasión. En ¿qué sentido podemos decir que la pandemia del
coronavirus puede estar obrando para nuestro bien?
Número uno. Dado que estamos hablando de una pandemia y no solo de una
epidemia, la misma puede y debe unirnos en oración a nivel global. Puede unirnos
en oración a nivel global. Los creyentes de todo el mundo nos estamos uniendo
en oración. De seguro ustedes han recibido llamados por distintos grupos: «oremos
a tal hora, vamos a hacer rodillazos de oración», y eso está ocurriendo en
todo el mundo; el pueblo de Dios está invocando el nombre del Señor. Hermanos, si
esto no constituye un llamado a la oración, yo no sé qué más puede serlo. La realidad
es que buscamos más de Dios en los momentos de mayor dificultad. No en vano Dios
ha descrito su trono de gracia como el lugar al cual acercarnos para encontrar
la ayuda oportuna. Porque Él nos conoce, Él sabe que en momentos como estos
tendemos a ir más a su trono. Dice el Salmo 78, un Salmo que habla de la
historia del pueblo de Israel, un pueblo que en tantas veces caía en pecado, Dios
le castigaba, ellos se comprometían a enderezar sus caminos. Pero en este Salmo,
en los versículos 34 y 35 dice el Salmo: “Cuando los hería de muerte,
entonces le buscaban, y se volvían y buscaban con diligencia a Dios; se
acordaban de que Dios era su roca, y el Dios Altísimo su Redentor.” Sabemos
que la naturaleza humana no ha cambiado. Sabemos que esa nuestra tendencia.
Cuando Dios se acerca con sus
juicios y sus amenazas, entonces el corazón de los hombres tiembla, entonces lo
buscamos con diligencia como dice el texto. Esta pandemia realmente ha puesto
en evidencia la fragilidad y la debilidad humana, la incapacidad, aún de las
naciones más poderosas, para hacer frente a ella. Creo que, si ya existiera una
vacuna 100% eficaz y disponible para todos, nos sentiríamos más seguros y
quizás menos inclinados a buscar nuestro (rock) socorro en el Señor. Nos preguntamos
¿dónde está realmente nuestro amparo? Salmo 46 tan conocido, dice: “Dios
es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”.
Ese texto se aplica a nuestros días de una manera muy clara. Salmo 36:7 “¡Cuán
preciosa es, oh Dios, tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se
refugian a la sombra de tus alas”. Salmo 57:1 “¡Ten piedad de mí,
oh Dios, ten piedad de mí, porque en ti se refugia mi alma; en la sombra de tus
alas me ampare hasta que la destrucción pase”. Y ¿no es esa la actitud
que deben tener todos nuestros corazones?
La situación mundial es un llamado
evidente a la oración. Hermanos ¿qué creyente puede leer de lo que está pasando
en Italia y no sentir un llamado a suplicar por ellos? ¿quién puede escuchar de
la situación en España sin orar? decía alguien que: «en España los médicos
ahora tienen que elegir a quien salvar la vida y a quien dejar morir, y que
incluso hay un documento en los hospitales titulado “recomendaciones éticas
para la toma de decisiones en situación excepcional de crisis por pandemia Covid-19”
en las unidades de cuidados intensivos, porque no hay respiradores para todos»
¿Quién puede leer eso y no gemir en el corazón? Debemos orar a Dios, si
solamente estás orando para que Dios te cuide a ti y a los tuyos, algo no está
bien. No subestimemos lo que Dios puede hacer hermanos, en respuesta a nuestras
oraciones ¡si, en respuesta a tus oraciones! no seas un Calvinista pesimista,
porque eso es una contradicción de términos; si tú crees en un Dios Soberano, tienes
todas las razones del mundo para ser más que optimista. Así que hermanos ¡a
orar!, yo creo que algo bueno de esto, es que nos acerca al trono de la gracia
y nos une al pueblo de Dios del mundo entero.
Número dos. Esta pandemia puede abrirnos la puerta para compartir el Evangelio
con los incrédulos. Por un lado, nosotros tenemos que dar evidencia por nuestro
testimonio, y por el otro lado tenemos que hablar el Evangelio. De manera que
el momento es una excelente oportunidad para dar testimonio de la gracia y del
amor de nuestro Dios. Jesús mismo habló en esos términos cuando Él dice: “vosotros
sois la sal de la tierra, pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se
hará salada otra vez? Ya para más nada sirve, sino para ser echada fuera y
pisoteada por los hombres” [Mt. 5:13 LBA]. Dice: “Vosotros sois
la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se
enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y
alumbra a todos los que están en la casa. Así brille vuestra luz delante de los
hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos” [Mt. 5:14-16 LBA]. Hay un llamado a que nuestro
testimonio brille y alumbre a los demás.
Me llamó la atención el título de
un libro que vi esta semana, yo no sé si el libro es bueno o es malo, pero el
título del libro es “fuera del salero y hacía el mundo”. La idea es;
nosotros no estamos para quedarnos como sal dentro de un salero. Nosotros estamos
llamados a impactar fuera, a impactar a otros, y obviamente, no tenemos mucho
espacio de movimiento en estos días, pero debemos rogar a Dios que nos dé
inventivas, ideas de como nosotros alcanzar a los perdidos, como compartirles
del Evangelio. Pero eso es nuestro llamado, ser sal de la tierra, ser su luz
del mundo. Primera de Pedro 4:19, hablando también en el contexto del
testimonio “Por consiguiente, los que sufren conforme a la voluntad de Dios,
encomienden sus almas al fiel Creador, haciendo el bien”. Hay un bien
que hacer, hay una manera de vivir que incluye el hacer buenas obras, el hacer
bien a los demás, y eso es parte del testimonio que nosotros debemos dar en
estos días. Estos días van a levantar situaciones, y nosotros debemos tener los
ojos abiertos, los oídos para oír las necesidades que puedan aparecer a nuestro
alrededor, y ver oportunidades allí para nosotros mostrar a Cristo.
Pero además del testimonio,
tenemos que hablar, el Evangelio tiene que ser anunciado y explicado. En estas
circunstancias tenemos que estar a la caza de esas oportunidades para compartirlo.
Los hermanos en China reportaban de muchas oportunidades que surgieron en estos
días, para compartir el evangelio en medio de la crisis. Aún como muchos
pasaron de muerte a vida en estos días. De manera que, si la llegada de días
malos es lo que Dios usará para salvar a muchos, que así sea, luego tendrán
toda la eternidad para ser consolados. Decía el puritano Richard Sibbes: «es
mejor llegar magullados y machacados al cielo, que sanos al infierno». Si en
medio de esta situación, es que una persona va a conocer al Señor, esa persona
estará agradecida por toda la eternidad por lo que Dios utilizó como
instrumento. Estos días nos dan oportunidades para compartir el Evangelio a
través de redes sociales, por teléfono, podemos enviar textos bíblicos, videos
breves, recomendar un buen libro, enviar el enlace de un mensaje. Necesitamos ser
compasivos y creativos. Pero hay una misión que hay que seguir cumpliendo, la
gran comisión no se pone en pausa.
Número tres. Esta pandemia puede despegar nos de algunos de los ídolos de este
mundo, como, por ejemplo; los deportes, que este virus ha causado cancelaciones
y suspensiones de eventos deportivos que ¡jamás nos imaginábamos la vida sin ellos!
Se están considerando la cancelación de los juegos olímpicos, solamente esos
juegos han sido cancelados por motivos de guerra mundiales. Me resultó
interesante ver que, al mencionar los ídolos, este autor no recurrió
primariamente a pecados, asuntos groseros escandalosos, sino los deportes. Pero
podemos ahí llenar ese espacio en blanco con cualquier cosa que en tu corazón
esté ocupando el lugar que solamente le corresponde a nuestro Dios. Una vez más,
Dios usa momentos como estos, crisis como estas para que nosotros podamos
descifrar, encontrar y descubrir cosas que había allí en nuestros corazones;
como aquel escenario del profeta Ezequiel “ven y entra, ve lo que hay dentro
en el templo” [Ez. 8:7-13]. Dios puede permitirnos tener un hueco por el
cual nosotros ver los ídolos que hay en el corazón.
Una vez más les cito el Salmo 78
en los versículos 18 en adelante. Ustedes recuerdan cómo está narrando la parte
de la historia de Israel, cuando ellos estaban por el desierto y anhelando
comida, anhelando carne. Dice: “Y en sus corazones tentaron a Dios,
pidiendo comida a su gusto. Hablaron contra Dios, y dijeron: ¿Podrá Dios
preparar mesa en el desierto? He aquí, hirió la roca y brotaron aguas, y
torrentes se desbordaron; ¿podrá también dar pan?, ¿proveerá carne para su
pueblo? Por tanto, al oírlo, el Señor se indignó; un fuego se encendió contra Jacob,
y aumentó también la ira contra Israel, porque no creyeron en Dios, ni
confiaron en su salvación”. Dios esperaba ver en su pueblo, un pueblo
que confiara en Él. Estos días pueden mostrarnos dónde está nuestra verdadera
confianza, cuáles son las cosas que llenan de más gozo y alegría a nuestros
corazones, y pueden ser cosas licitas; como aún los deportes, puede ser aún la
salud misma. Podemos idolatrar tantas cosas, y estos días pueden ser un espejo
para que descubramos las cosas que realmente están robando el espacio, que
solamente a Dios corresponde. Estos son días en que podemos ver a dónde se está
consumiendo nuestro tiempo, cuáles son las cosas que nos dan el deleite, cuáles
son los deseos que más nos satisfacen. Permite que Dios haga la radiografía y
atrévete a leer los resultados, porque estos días pueden acercarnos a Él, de
maneras misteriosas.
Número cuatro. Dado que no existe ninguna vacuna disponible para el virus, esta
pandemia puede impulsarnos a poner nuestra confianza en Dios para nuestra salud.
Hermanos, si ya existiera una vacuna, es muy probable que la manera de
sentirnos tranquilos fuera solamente tratando de adquirirla. El intento de
conseguirla sería perfectamente entendible. Las medicinas ciertamente son una
gran bendición, no es malo que procuremos cuidarnos a nosotros mismos haciendo
lo que está posible a nuestro alcance. Quiero enfatizar ese punto por un
momento, para no ser malinterpretado, Calvino escribió lo siguiente en sus Instituciones,
él cita el Proverbio 16:9 cuando dice: “El corazón del hombre piensa su
camino; Mas Jehová endereza sus pasos”, y él dice:
Con eso indica que, el decreto eterno de Dios no nos impide cuidar
de nosotros mismos bajo su mirada, gestionando nuestros asuntos, por eso el que
ha puesto límites a nuestra vida, también nos ha encargado que cuidemos de ella.
Él nos ha dado los me Dios para conservarla permitiéndonos prever los peligros,
para que no nos sorprendan y dándonos los remedios para prevenirlos. Ahora bien,
nuestro deber es el siguiente; si el Señor nos ha dado nuestra vida para que la
custodiemos, conservémosla, si nos proporciona los medios para ello, usémoslos,
si nos muestra los peligros, tengamos cuidado de no enfrentarlos de manera
irreflexiva e irracional, si nos ofrece los remedios, no los menospreciemos.
Nosotros creemos que Dios provee medios
tal como Calvino. Las medicinas son una gran bendición. Pero tal como ocurre
con el dinero, los medios pueden hacernos poner nuestra confianza en ellos y no
en Dios. Porque tenemos la tendencia de a confiar a los medios y no en el Dios
que nos los da. Guardamos cuarentena, respetamos el toque de queda, nos lavamos
las manos, mantenemos distancia de las personas, tomamos esas medidas correctas.
Pero el punto es: cuidado con confiar más en tus precauciones que en tu Padre
Celestial. Eso impedirá que nuestras precauciones no se conviertan o terminen
en ansiedad, y eso Dios nos pide que lo evitemos a toda costa, que por nada
estemos ansiosos. De manera que yo te propongo una prueba; si orar no alivia
tus cargas, entonces todavía estás confiando demasiado en tus precauciones y no
en Dios. Filipenses 4:6 “Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo,
mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras
peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,
guardará a vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús”.
¿¡Pues yo no sé cómo que tú puedes
estar tan tranquilo y confiado!? Bueno, dice aquí: “que la paz de Dios
sobrepasa todo entendimiento”. Primera de Pedro 5:6 “humillaos,
pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo, echando
toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros”. No
existe molécula que pueda infectar nuestros pulmones si no lo permite el Señor.
Eso debe ayudarnos a seguir confiados en Él. Nuestra promesa no es que; no
llegarán dificultades, enfermedades, muertes y aflicciones. La promesa de Dios es
que; nada de eso nos puede separar del amor de Cristo “¿quién nos
separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre,
o desnudez, o peligro, o espada?” ¡No todo eso puede llegar! “Pero
en todas estas cosas” Romanos 8:37 “somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó. Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la
vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo porvenir, ni los
poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá
separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro” ¡Aleluya!
alguien decía que: «la preocupación es como una mecedora, que hace que tú te
muevas mucho, pero no te lleva a ningún lado». Hermanos, confiemos en el Señor,
busquemos el trono de la gracia, y Dios nos librará de estar andando ansiosos,
temerosos, sobrepreocupados.
Número cinco. Esta pandemia puede brindar a los padres un tiempo especial, una
oportunidad de oro con sus hijos. Sé que a algunos se les esta agotando ya la
creatividad de cosas que hacer con sus hijos. Pero sabemos hermanos que, ante
el hecho de que no hay escuelas, que los trabajos están funcionando de manera
remota, con las actividades tan limitadas; no hay excusas para pasar más tiempo
con nuestros hijos y para hacer actividades junto a ellos en el hogar ¿Es la
falta de tiempo la excusa que normalmente das, por las cuales no tienes
devociones familiares más significativas? Pues ahora tu cuentas con tiempo de
sobra ¡úsalo bien! aprovecha estas oportunidades, y recuerda: nosotros estamos
enseñando continuamente por medio de nuestro ejemplo. Para algunos de nosotros,
momentos de crisis pasadas vienen fácilmente a nuestras mentes, en lo que
vivimos en épocas del huracán David, o el huracán George, esos son cosas que
quedan en nosotros. De niños podemos vivir cosas y ver como nuestros padres
manejaron estas cosas. Pues hoy nos toca a nosotros modelar ante nuestros hijos;
cómo pasar por medio de situaciones como estas. Debe ser un llamado nuestro a
sus corazones a confiar en el Señor, a no temer. Pero también, porque vean en
nosotros el ejemplo de que confiamos en el Señor, y que no tememos.
Número seis. Esta pandemia puede servir como una ocasión para nosotros estar
quietos, y saber que él es Dios. Como dice el Salmo 46:10: “estad quietos,
y sabed que yo soy Dios”. El ritmo de vida que la sociedad nos impone
es tan rápido y deja tan poco espacio que, se nos hace difícil hacer pausas que
nos permitan meditar en Dios y en su Palabra. Esta pausa obligada que el virus
ha traído a todos nos permite tener más tiempo para comunión con nuestro Señor,
para escudriñar su Palabra, para pensar en las cosas celestiales y eternas. Estos
son días para alejarnos del virus, pero para acercarnos a Dios. Dice Santiago 4:8
“acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros”. Ahora, este texto
no sólo nos habla de acercarnos a Dios, también nos hable de limpiar nuestros
corazones dice: “Limpiad nuestras manos, pecadores; y vosotros de doble
ánimo, purificad vuestros corazones”. O sea que, cultivamos la comunión
con Dios, nos acercamos a Dios, pero.
Número siete. Esta pandemia puede ser una alarma despertadora de parte de Dios
para que nos arrepintamos de nuestros pecados. En la Biblia no es extraño ver
plagas como señal del desagrado de Dios por los pecados. En el Segundo libro de
Samuel capítulo 24 tenemos el caso del castigo que Dios trajo sobre su pueblo a
causa del pecado del rey David, miles de personas murieron. Nuestro problema es
que nosotros no vemos el pecado como Dios lo ve, y saben ¿por qué se nos
dificulta tomar el pecado más en serio? por nuestra incredulidad. En su libro “la
mano de Dios” Frederick Leahy expreso: «cuando consideramos nuestros
pecados ¿no es una maravilla que el castigo sea tan ligero?» ¿quién puede
pensar así? sino alguien que realmente está aprendiendo a ver el pecado como Dios
lo ve. Por eso muchas veces nos impactan las aflicciones, las tragedias, los
sufrimientos, porque pensamos que merecemos otra cosa. Nuestra incredulidad no
nos deja ver bien.
Escuchamos a Jesús hablar con
tanta sobriedad acerca del infierno. Pero de alguna manera la idea no nos
perturba a nosotros tanto. Nos inquietan las estadísticas que estamos
escuchando de los contagiados del Coronavirus y los muertos que se han
contabilizado. Pero ¿te inquietan los que ya han partido de este mundo sin
haber estado preparados para entrar en la eternidad? ¿te perturban los que
todavía están por entrar a esa horrible condenación a causa del virus del
pecado? Job vivió esas aflicciones que Dios trajo a su vida y ciertamente tuvo
sus crisis en el proceso. Pero al final ¿qué ocurrió? Job se arrepintió, el
justo Job que Dios mismo había descrito como un hombre de tal justicia, se
arrepintió. Porque todos nosotros tenemos pecados y pecados de los cuales
tenemos que estar continuamente arrepintiéndonos.
Momentos como estos son llamados a
la reflexión y el examen personal. Él decía: “he sabido de ti sólo de
oídas” Job 42:5 “pero ahora mis ojos te ven” él pensaba que veía
bien antes y dijo: “por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y
ceniza”. A Job vino una sensibilidad de corazón que no tenía antes. La pregunta
es si ¿esta pandemia nos dejará a nosotros más o menos sensibles de lo que
estábamos antes? Dice Lamentaciones 3:38 “¿No salen de la boca del Altísimo
tanto el mal como el bien? ¿Por qué ha de quejarse el ser viviente? ¡Sea valiente
frente a sus pecados! Examinemos nuestros caminos y escudriñémoslos, y volvamos
al Señor; alcemos nuestro corazón en nuestras manos hacia Dios en los cielos”.
Hay mini juicios de Dios que se manifiestan sobre la tierra, y que son una
especie de advertencia del juicio final. Son juicios que afectan a cualquiera;
creyentes o no, de cualquier raza, de cualquier nación. Según Génesis 3, la
introducción de la muerte en la humanidad fue un juicio de Dios que recayó
sobre toda la humanidad “la paga del pecado es la muerte”. Jesús quita
el aguijón de la muerte, nos garantizó la resurrección. Pero experimentamos la
muerte, porque toda la tierra está bajo esa maldición.
Los desastres naturales y las
pandemias son advertencias divinas, como una especie de un avance de una
película de lo que ocurrirá al final, para que despertemos a las realidades
espirituales. Cristo narra en Lucas 13 la ocasión cuando sucedieron algunas
cosas dentro del pueblo, tragedias. Dice: “En esa misma ocasión había
allí algunos que le contaron acerca de los galileos cuya sangre Pilato había
mezclado con la de sus sacrificios. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que
estos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque
sufrieron esto? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos
pereceréis igualmente. ¿O pensáis que aquellos dieciocho, sobre los que cayó la
torre en Siloé y los mató, eran más deudores que todos los hombres que habitan
en Jerusalén? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos
pereceréis igualmente.”
Si queremos incluir en la pregunta;
todos aquellos que han sido contagiados y los que han muerto por este Coronavirus
¿piensan ustedes que eran peores que nosotros, si no nos contagiamos? De ninguna
manera. El llamado de Dios es el mismo para todos “si no os arrepentís,
pereceréis”. Estas aflicciones, estas tribulaciones, estas pandemias son
llamados de Dios al arrepentimiento ¿Esta Dios proveyéndote de una manera de
hacerte despertar, de llamar tu atención a que consideres tus caminos, para a
la postre evitarte la condenación eterna? ¡puede ser! Jesucristo es tu única
ruta de escape; cree en el Señor Jesucristo y será salvo, arrepiéntete y cree.
Número ocho. Ante el hecho de que esta pandemia ha cobrado y continúa cobrando
cientos de vidas, nos puede confrontar con la realidad de la muerte de una
forma singular. Podemos vivir o tratar de vivir de espaldas a la realidad de la
muerte, porque este mundo nos distrae con tantas cosas que fácilmente alejamos
de nuestras mentes el hecho de que; cada día que pase es uno menos en este
mundo. Pero la verdad de Dios está allí revelada de que “está decretado
que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio” [He.
9:27], esa es nuestra realidad. Todos nos dirigimos a la muerte, todos vamos a
morir; sea por enfermedad o no, puede que no sea el Coronavirus, pero nada
garantiza que no lo sea tampoco. Pero el punto es; tarde o temprano moriremos ¿estás
realmente preparado para la muerte? Porque solo si para nosotros el vivir es Cristo,
es que para nosotros la muerte será ganancia. De lo contrario será tu mayor
pérdida y el Coronavirus es un recordatorio de cuán frágiles y mortales somos ¡reflexiona!
una cosa tan minúscula puede provocar tantas muertes, afectar y detener al
mundo como lo ha hecho ¿estás listo para comparecer ante el juicio de Dios?
Son impactantes para mí las
palabras de un autor cuando dice: «en un frenesí de incredulidad un hombre
salta de un gran precipicio. La intención de Dios para él puede verse
claramente en las rocas que se encuentran debajo, pero por un breve periodo de
tiempo, el hombre piensa que está volando». El hombre piensa que, al vivir
de espaldas a Dios, haciendo todo lo que quiera para complacer sus placeres y
sus deseos, está dándose la buena vida ¡Esto si es vida! Aún en medio de estos
días hay personas que no pueden detenerse, que tenían que simplemente disfrutar
de su Spring Break, sus vacaciones de primavera, a como dé lugar, en
bebentinas, para luego terminar contagiados y contagiando a otros ¿la vida es
acerca de eso? Dicen ¡Si! y se tiran por el precipicio y creen que es volando
que están. Pero lo que les espera es simplemente algo terrible. Si Dios te
libra de esta plaga, mi pregunta es ¿Como tú piensas seguir viviendo? Aprovecha
la oportunidad que Dios te está dando para prepararte, para el encuentro que
tarde o temprano tendrás con tu Dios y tu creador.
Número nueve. Esta pandemia nos apunta a la realidad de la segunda venida de Cristo.
Una vez más, es muy fácil desenfocarnos y postergar en nuestras mentes la
promesa del Señor, de volver otra vez. Él ama a los que esperan su venida. Pero
los afanes de esta vida nos absorben y solo hay espacio para lo que voy a hacer
hoy, esta semana, el mes que viene. Vivimos como si nuestro Señor no fuera a
regresar. En Lucas 21:10 dice: “entonces les dijo (Cristo hablando): Se
levantará nación contra nación y reino contra reino; habrá grandes terremotos,
y plagas y hambres en diversos lugares; y habrá terrores y grandes señales del
cielo”. Luego en el versículo 25 “Y habrá señales en el sol, en
la luna y en las estrellas, y sobre la tierra, angustia entre las naciones,
perplejas a causa del rugido del mar y de las olas, desfalleciendo los hombres
por el temor y la expectación de las cosas que vendrán sobre el mundo; porque
las potencias de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del
Hombre que viene en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas
empiecen a suceder, erguíos y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra
redención.”
¡Que llamado el de Cristo, a
esperar su venida! ¡erguíos, levantad la cabeza! Hermanos estas cosas que
estamos viviendo es un recordatorio que, este mundo como lo conocemos no durará
para siempre. Nosotros esperamos cielos nuevos y tierra nueva. Nuestro Señor
volverá. Nuestro Amado Redentor regresará, Él cumplirá su promesa. De manera
que esta pandemia es un recordatorio de que estas cosas no serán para siempre. Nos
dejamos a veces abrazar por la temporalidad de las cosas que están a nuestro
alrededor y olvidamos esto. Por eso Él dice luego en el mismo capítulo 21 de Lucas
versículo 34 “Estad alerta, no sea que vuestro corazón se cargue con
disipación y embriaguez y con las preocupaciones de la vida, y aquel día venga
súbitamente sobre vosotros como un lazo; porque vendrá sobre todos los que
habitan sobre la faz de toda la tierra. Mas velad en todo tiempo, orando para
que tengáis fuerza para escapar de todas estas cosas que están por suceder, y
podáis estar en pie delante del Hijo del Hombre”. Puedes prepararte
para la amenaza del Coronavirus y superar esta crisis, y al mismo tiempo seguir
sin prepararte para la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. Un día que
él mismo dice que, llegará como ladrón, de sorpresa y sin avisar.
Número diez. Dios usará esta pandemia como un instrumento en sus manos para conformarnos
más a la imagen de su Hijo Jesucristo. Una vez pase esta tormenta la pregunta
es ¿cómo nos dejara? ¿seremos mejores o peores? ¿terminaremos conociendo más a Dios?
¿habremos crecido espiritualmente? ¿habremos tratado con toda honestidad ante Dios
la realidad de los ídolos del corazón? ¿estarás más cerca o más lejos de Dios? Para
usar una frase que aplicará John Piper a otro contexto: «no desperdicies
esta pandemia, no desperdicies estos días en donde estamos más recluidos, donde
nuestro movimiento está más limitado, no desperdicies estas oportunidades que Dios
te da, aprovechala para la gloria de Dios». Decía alguien: «algunas
veces Dios permite lo que aborrece para lograr lo que ama». Son días
difíciles y cosas pasan. Pero Dios está haciendo algo en todos nosotros. Dios
no lo hace con despropósito, Él tiene un propósito para ti y para mí.
A modo de conclusión. Una vez más
el texto que leíamos en la lectura, Juan 14:1 “no se turbe vuestro
corazón; creéis en Dios, creed también en mí”. El versículo 27 “La
paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe
vuestro corazón, ni tenga miedo”. Esa es la exhortación de nuestro Señor.
Al principio de este mensaje les leía la pregunta 27 del Catecismo de Heidelberg,
permítanme ahora concluir citándoles la pregunta 28 ¿qué utilidad tiene para
nosotros este conocimiento de la creación y providencia divina? ¿de qué sirve
conocer la doctrina de la providencia? y dice: “que en toda adversidad
tengamos paciencia, y en la prosperidad seamos agradecidos, y tengamos puesta
en el futuro toda nuestra esperanza en Dios, nuestro Padre fidelísimo. Sabiendo
con certeza que no hay cosa que nos puede apartar de su amor, pues todas las
criaturas (incluyendo el coronavirus) están sujetas a su poder, de tal manera
que no pueden hacer nada sin su voluntad”
Personalmente me ministró un vídeo
que recibí entre los tantos que nos están llegando en estos días. Contiene un
poema con el que, a pesar de unas pocas cosas, con la que no estamos de acuerdo
en sentido general, nos identificaríamos. Comenzaba diciendo este poema:
Era el 11 de marzo de 2020,
las calles estaban vacías,
las tiendas cerradas,
la gente ya no salía.
Pero la primavera no lo sabía.
Y las flores seguían floreciendo,
y el sol brillando,
y las golondrinas volviendo,
y el cielo se coloreaba de rosa y de azul.
Por la mañana se amasaba el pan y se horneaban los bizcochos.
Oscurecía siempre más tarde
y por la mañana las luces entraban pronto a través de las ventanas.
Era el 11 de marzo de 2020,
y los jóvenes estudiaban conectados.
Y por la tarde la ineludible cita para jugar con las cartas.
Era el año en que solo podías salir de compras.
Después de un rato cerraron todo.
También las oficinas.
El ejército comenzaba a vigilar las salidas y las fronteras.
Porque ya no había más espacio para todos en los hospitales.
Y la gente se enfermaba.
Pero la primavera no lo sabía y los brotes seguían saliendo.
Era el 11 de marzo del 2020,
y todo el mundo estaba en cuarentena obligatoria.
Los abuelos, las familias y también los jóvenes.
Entonces el miedo se hizo real.
Y todos los días parecían iguales.
Pero la primavera no lo sabía y las rosas volvieron a florecer.
El placer de comer juntos fue descubierto otra vez.
De escribir dejando libre la imaginación.
De leer volando con la fantasía.
Hubo quien aprendió un nuevo idioma.
Quién comenzó a estudiar
y quién volvió a tomar el último examen que faltaba para la tesis.
Quien entendió que estaba amando de verdad separado de vida.
Quién dejó de hacer tratos con la ignorancia.
(…)
Hubo quien se convirtió en médico para ayudar a quien lo necesitara
mañana.
Fue el año en el que se entendió la importancia del saludo y de los
afectos.
El año en el que el mundo pareció pararse.
Y la economía desplomarse.
Pero la primavera no lo sabía y las flores dieron paso a los frutos.
Y entonces llegó el día de la liberación.
Estábamos viendo la tele y el primer ministro dijo por redes
unificadas
que la emergencia había terminado.
Y que el virus había pasado.
Que todos los italianos juntos habían ganado.
Y entonces salimos a la calle.
Con lágrimas en los ojos.
Sin mascarillas ni guantes. Abrazando a nuestro vecino.
Como si fuera nuestro hermano.
Y fue entonces que llegó el verano.
Porque la primavera no lo sabía. Y seguí estando allí.
A pesar de todo
A pesar del virus
A pesar del miedo
A pesar de la muerte
La primavera no lo sabía
Y enseñó a todos
La fuerza de la vida.
Pero hermanos ¿no se aplica esto a
nosotros ahora con una cosmovisión cristiana? El mundo parece haberse detenido.
Pero la realidad es que el universo sigue funcionando bajo el gobierno soberano
de nuestro Dios, que es nuestro Padre Celestial. El poema me recordó la promesa
del Señor a Noé, en Génesis 8:22 “Mientras la tierra permanezca, la
siembra y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la
noche, nunca cesarán”. Quizás podemos cambiar una frase del poema por
otra, y en lugar de decir: «pero la primavera no lo sabía», podemos
colocar la frase “pero Dios seguía en su trono”. Y seguirá en su trono,
hasta llevar a cabo su plan redentor hasta el final, con cada uno de los suyos,
guardados en su redil.
Vamos a orar. Oh, Padre nuestro,
clamamos tu bendición, da muerte a la incredulidad de nuestros corazones. Concédenos
a vivir ante la realidad de tu existencia, a la luz de tus ojos penetrantes,
como una realidad más grande y real que todas las cosas que podemos palpar y
ver a nuestro alrededor. Oh, Señor usa esta pandemia para acercarnos a ti. Permítenos
verte más claramente, limpia nuestros ojos. Perdona nuestros pecados, limpia
nuestros corazones. Ciertamente te rogamos que nos guarde del mal, libra a cada
uno de los tuyos. Oh, Señor ya tú hiciste lo más grande, tú nos libras te de la
condenación eterna por el virus del pecado, enviando a tu Hijo Jesucristo para
salvarnos y comprometerte con nosotros; una relación eterna. Danos ojos para
ver esas realidades Señor, y vivir a la luz de la eternidad. Danos paciencia y
perseverancia para pasar por estos días debidamente, en una forma que glorifiquemos
tu Nombre. Ayúdanos como iglesia a ser mejores, a salir airosos. Guárdanos, Señor,
guárdanos a todos, y permítenos, Señor, estar preocupados los unos por los
otros, hasta el día que venga nuestro Señor. Gracias por tus promesas, porque
son fieles y verdaderas. En tu nombre te suplicamos todo. Amen.
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