miércoles, 29 de abril de 2020

Viviendo en medio de dos realidades (entre lo bueno y lo mejor)



“Lo que quiero decir, hermanos, es que nos queda poco tiempo. De aquí en adelante los que tienen esposa deben vivir como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que se alegran, como si no se alegraran; los que compran algo, como si no lo poseyeran; los que disfrutan de las cosas de este mundo, como si no disfrutaran de ellas; porque este mundo, en su forma actual, está por desaparecer.” (1 Co. 7:29-31 NVI)

“Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo, el cual transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de su gloria, por el ejercicio del poder que tiene aun para sujetar todas las cosas a sí mismo” (Fil. 3:20-21 LBA)

Es tiempo de aceptar y usar las palabras que el Espíritu Santo dirigía a la iglesia de Corinto por intermedio del apóstol Pablo de que “este mundo, en su forma actual, está por desaparecer”. El argumento principal del capítulo 7 de Primera de Corintios es mostrar la diferencia entre lo que es bueno y lo mejor. Es decir que, casarnos y disfrutar de la compañía de nuestra pareja es algo muy bueno y deseable, pero no es un fin en sí mismo para el creyente, pues tampoco exceptúa el dolor y la división de prioridades temporalmente. Aunque no podemos vivir ignorando nuestras responsabilidades sobre la tierra (hijos, impuestos, servicios, trabajos, etc.) nunca debemos olvidar que nuestra verdadera ciudadanía está en Cristo en los cielos (Fil. 3:20-21). Es tiempo para que estemos alertas (Lc. 12:35-40) y “ceñid los lomos de vuestro entendimiento” o preparar nuestras mentes (1 P. 1:13) porque Cristo esta por llamar a la puerta. Para muchos esta doble realidad les parece extraño y hasta de locura, pero todos los días de nuestra peregrinación como hijos de Dios sobre este mundo, van a estar afectados por esta realidad mayor y mejor. El tener un pie en la tierra (responsabilidades) y el otro en la presencia de Cristo no implica que estemos desesperados, todo lo contrario, con gozo, llevamos a cabo nuestras labores temporales, pero con nuestros corazones “ansiosamente esperamos a [nuestro] Salvador, el Señor Jesucristo”.



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