sábado, 16 de mayo de 2020

La perfecta justicia de Cristo vs mi propio intento de justicia



"Hermanos míos, llénense de alegría en el Señor. No es una molestia para mí volver a escribirles las mismas cosas, y les ayudará a estar más preparados. Tengan cuidado con los que hacen el mal. Son como perros. Exigen cortar el cuerpo. Pero nosotros somos los que estamos verdaderamente circuncidados. Adoramos a Dios a través de su Espíritu. Estamos orgullosos de estar en Cristo Jesús. Y no confiamos en nosotros mismos ni en nada que podamos hacer. Aunque pueda confiar en mí mismo, no lo hago. Si alguien piensa que tiene una razón para confiar en sí mismo, debe saber que yo tengo una razón mayor para confiar en mí mismo. Fui circuncidado ocho días después de mi nacimiento. Soy del pueblo de Israel y de la tribu de Benjamín. Soy hebreo, y mis padres eran hebreos. La ley de Moisés era muy importante para mí. Por eso me convertí en fariseo. Estaba tan entusiasmado que intenté destruir a la iglesia. Nadie podía encontrar fallas en la forma en que yo obedecía la ley de Moisés. En un momento dado, todas estas cosas eran importantes para mí. Pero ahora creo que esas cosas no valen nada debido a Cristo. No sólo esas cosas, sino que creo que todas las cosas no valen nada comparadas con la grandeza de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Debido a Cristo, he olvidado todas esas cosas. Y ahora sé que todas esas cosas son basura sin valor. Esto me permite tener a Cristo y pertenecer a él. Ahora que pertenezco a Cristo, soy justo ante Dios y este ser justo no proviene de que yo siga la ley. Viene de Dios a través de la fe. Dios usa mi fe en Cristo para que sea justo ante él. Todo lo que quiero es conocer a Cristo y el poder de su resurrección de la muerte. Quiero compartir los sufrimientos de Cristo y ser como él en su muerte. Si tengo esas cosas, entonces tengo la esperanza de que yo mismo resucite de la muerte" Filipenses 3:1-11 Traducción no oficial al español de la versión - International Children’s Bible (ICB)

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